Hoy es un día de despedidas. Las odio. Y cuanto más quieres a esas personas, más duro es ese momento. No quieres que llegue, pero sabes que es parte del juego de la vida.
Todos a lo largo de nuestro camino hemos vivido y viviremos muchas despedidas y no me refiero a las de soltero/a, que también.
Unos vienen, otros van…
Pues eso, que decir “adiós” o un aunque sea un “hasta luego”, cuesta. Y más aún si has vivido grandes momentos con las personas que se marchan, que así suele ser. Siempre queda algo, dejan huella.
Suelen decir que el apego no es sano. El apego hacía las cosas y personas nos produce sufrimiento. Hay que desprenderse de ese apego para dar paso al desapego. Difícil trabajo, sobre todo cuando entra en juego lo emocional.
El apego por las cosas materiales creo que está de más. Estamos condenados a perder lo que tenemos. Todas las cosas a las que le pongamos apego van a desaparecer, todas. También las personas. Aunque esto último duela y mucho. Si fuésemos del todo conscientes de esto viviríamos con menor sufrimiento.
Las cosas, objetos, deben ser utilizados, pero sin que nuestra felicidad dependa de poseer esos objetos. Solemos creer que cuando tengamos ese coche nuevo, esa casa, ese trabajo, etc. seremos felices, pero una vez obtenido, la felicidad nos va a durar quince días. Después se integra en nuestra cotidianidad y me olvido de coche, casa nueva y súper puesto de trabajo.
Tampoco podemos querer más a las cosas y utilizar a las personas. Me ha pasado de subir en un coche y que el conductor se ponga malo por haber rozado la tapicería o aquel al que le rayan el coche y se vuelve loco. Sí, es una clara putada que te rayen el coche porque te lo has comprado con el sudor de tu frente y es algo producido sin sentido alguno, pero, ¿y?. El coche es un bien material cuyo fin es transportar a personas para vivir experiencias, sean las que sean. Ese es el verdadero valor de un coche, las personas que van dentro, o sea tú, nuestros amigos, familia, etc. y lo que vivamos con ellas gracias a poder transportarnos. Ese coche se romperá, se irá y otro vendrá.
Yo soy un poco desastre con mi coche, pienso: “me lleva y me trae a donde yo quiero, sobra”. Por eso suelo avisar a la gente previamente al entrar, jaja.😝
Satisface todos tus deseos, no te dejes ni uno y luego me dices si eres feliz. Me incluyo.
No confundamos desear con necesitar.
Cuanto menos felices somos, más consumimos. Esa es la sociedad que hemos creado.
“Un turista americano fue a El Cairo, con el único objetivo de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuarto muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
– ¿Dónde están sus muebles? – preguntó el turista.
Y el sabio también preguntó: – ¿Y dónde están los suyos?
– ¿Los míos? – se sorprendió el turista -¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!
– Yo también… – concluyó el sabio.”
El desapego, se convierte en una de las principales vías para alcanzar la tranquilidad espiritual, el bienestar y la felicidad. No obstante, también es uno de los mandamientos más difíciles de seguir.
¿Y ese afecto y cariño que sentimos por las personas que nos acompañan en nuestro viaje? Es imposible no sentir. Sabemos que estamos expuestos a sufrir cuando creamos vínculos afectivos. Tendemos a creer que no depende de nosotros, sino de lo que haga el otro, porque ya estamos vendidos. Pero eso no debe ocurrir, el desapego significa amar de manera autónoma sin miedo a la pérdida y siendo conscientes de que todo cambia en este preciso momento y que la vida es inestable, como un sueño. Lo que no significa no sentir dolor, que es inevitable.
El desapego no es tener una actitud de frialdad, desamor y traición hacia nuestros propios sentimientos porque al final se convierte en un enganche al desapego. Cuando nos sentimos inseguros, nos apegamos a las cosas, a las relaciones o a las personas. Sin embargo, lo curioso es que mientras más desarrollamos ese apego, más se acrecienta nuestro miedo a la pérdida. Ese miedo afecta nuestra estabilidad emocional. Nos volvemos dependientes y no nos deja disfrutar de lo que verdaderamente tenemos o amamos. No es la situación la que nos hace feliz, sino nuestros pensamientos.
Nadie posee nada ni a nadie. En cada uno de nosotros ya existe todo lo necesario. Uno es feliz cuando controla y lleva las riendas de su vida. No somos uno, somos dos en uno. Como dice la canción de Andrés Cabas:
“Hacen falta dos
para dar la vuelta mundo
abrazándonos
hacen falta dos, para caminar
porque todos lados juntos queremos estar
uno solo no va
quiero estar contigo, en todo momento
hacen falta dos para darle vida a este sentimiento
dos para bailar, dos para volar
dos para lamernos las heridas
dos para dos
pero somos uno los dos
y sabes que por ti daría la vida
solamente dos
se ponen de acuerdo y todo cambia de color
eso es el amor
y al anochecer
no me dejes nunca sin el sueño de tu piel
como hace de bien…”